Alsacia tiene su propio color

Viajar a la Alsacia era un deseo que ya barajábamos desde que éramos simplemente una pareja pero que más tarde, como familia, descartamos parcialmente por no considerarlo idóneo para hacer con niños. Sin embargo, este verano teníamos muy claro que queríamos ir a Selva Negra (alias niñoland) y estando tan cerca de esta región francesa era inevitable no dedicarle unos días para evitar los arrepentimientos futuros. A la postre hemos descubierto que dimos en el clavo al añadir Alsacia a nuestro viaje en familia por Selva Negra porque ambos destinos se complementan a la perfección: si el encanto de uno reside en sus bosques donde viven los duendes y los elfos, el del otro radica en sus pueblos llenos de encanto dónde, sin duda, viven las hadas.

Nada más empezar a investigar en profundidad sobre qué ver y hacer en Alsacia, me di cuenta que nuestra estancia por allí no se iba a limitar a ir de “tranki” y  hacer fotos con todo el tiempo de mundo.  Los 3 días completos que teníamos iban a ser moviditos porque había muchas más cosas que ver que “casitas de colores”.

La organización de la ruta detallada, impresiones del viaje, alojamientos y otros datos prácticos, podéis consultarlo en la entrada «Road trip por Alsacia y Selva Negra con niños» 

 

Lo dicho, teníamos que optimizar mucho los tiempos y no podíamos permitirnos grandes desplazamientos en coche para alcanzar nuestros destinos, así que buscamos pueblos cercanos que reflejaran todas las razones por las que es recomendable echar unos días por aquí.

La Alsacia es tierra de vinos, y esta característica estuvo muy presente durante toda la primera jornada del viaje. Nosotros no tomamos ni una gota de alcohol pero acabamos embriagados con tanto viñedo, bodega, vinoteca, sección de bebidas espirituosas de los supermercados, más viñedos y otra vez viñedos, sin embargo, “entonan” tan bien que no acabas saturado de tanta cepa.

Alsacia: tierra de viñedos

La primera visita que teníamos prevista era Eguisheim. Fue la toma de contacto seria con la región y ya puso el listón por las nubes. Nada más bajarnos del coche entramos en estado de shock con lo bien puestecito que estaba todo. Las calles circulares parecían infinitas y a cada paso había un detalle embobador que iba desde los colores de las flores y de las fachadas hasta los colores de las ventanas pasando por el color de las cositas que decoraban las ventanas, vamos todo un universo de color. Hasta el peor enemigo de los carritos, los adoquines, no desentonaba.

Calles de Eguisheim


Si en Eguisheim tenía la sensación que todo era atrezo en Riquewihr me dieron ganas de mirar detrás de los muros para comprobar que no eran de cartón piedra.

Entrar en el centro histórico de Riquewihr es como abrir un libro pop-up de los hermanos Grim recién coloreado. En cuanto cruzas bajo el arco del Hotel de Ville para callejear por toda la zona peatonal, tienes la sensación que en cualquier momento te puede sobresaltar un duende, que verás hadas entre las florecillas de las macetas que lo decoran todo, que un gigante aparezca por el fondo del callejón, o que una bruja me joda el encuadre….

…vuelta repentina a la realidad, no se trata de una bruja, es una turista con mala cara. Y es que en Riquewihr si que sientes síntomas de la masificación propia de la temporada alta pero te rodea tanta belleza que casi ni molesta (casi, porque la bruja, perdón, de la turista, parecía que me perseguía).

El único rincón solitario de Riquewihr

Una vez recorrida la calle principal a todo lo largo hasta llegar a la Torre de los Ladrones y zigzaguear por todas las callejuelas del centro, es 100% recomendable salir del núcleo urbano y adentrarse por las carreteras que recorren los viñedos de los alrededores para ganar algo de perspectiva y distancia (de la bruja/turista).

Panorámica de Riquewihr

Conduciendo entre los viñedos camino de Kaysersberg, tenía la sensación de que ya no iba a encontrar nada diferente y que sería más de lo mismo: casitas de colores, detallitos a diestro y siniestro y los adoquines anticarro. Pero este lugar guarda dos ases en la manga que lo diferencian claramente del resto de visitas y que justifican por si solos llegar hasta aquí. Por un lado está el río que cruza el casco histórico. No sé que tendrá el agua, pero su mera presencia en cualquiera de los formatos en los que podamos encontrarla (río, lago, mar, charco… exceptuando la jodida lluvia), da un toque muy especial allá dónde se encuentre.


Por otro lado está la torre del Castillo de Kaysersberg  situada en lo alto de una colina que te permite salir de las preciosas pero estrechas calles para “tomar aire” y perspectiva donde disfrutar de las vistas, y qué vistas¡¡¡

Kayserberg-Vignoble


La comarca de la Alsacia es tan hermosa que necesita una capital que esté a su altura, y sin duda, Estrasburgo es, a su manera, tan bonita que bien se merece ese cargo.

He leído por ahí que Estrasburgo va de lo antiguo a lo moderno, y en parte es verdad, pero creo que más que una transición es una mezcla.

 

Un claro ejemplo de este contraste armónico es la estación de trenes Strasbourg-Ville que posee un interior clásico y una cúpula de cristal exterior hipermodernista que deja entrar toda la luz que el sol de estas tierras regala casi a regañadientes. Esta cristalera se utiliza como lugar de exposición de grandes expresiones artísticas. Cuando nosotros la visitamos había un enorme mural de dibujos tipo Lichtenstein que nos encantó.

Estación de trenes de Estrasburgo

A unos 20 minutos pasocarro desde la estación de Strasbourg llegamos al lugar dónde hay que hacer LA FOTO: el Canal visto desde la Plaza de Benjamin Zix. Todos lo hacemos, es inevitable.

El Canal

Antes de emprender camino a la catedral merece la pena una paradiña en la Plaza de los Molinos donde hay un parque público, en pleno delta que hace el canal, con toboganes y otras columpios superchulos totalmente integrados en el entorno. Dan ganas de quedarse todo el día pero hay que guardar algo de tiempo y energías para un viajecito en un tiovivo clásico que hay en la cercana Plaza de Gutemberg.

Plaza Gutemberg


La imponente Catedral de Notre Dame de Estrasburgo y todas las calles que la rodean son de obligado cumplimiento o acercamiento. Esta construcción fue el edificio más alto del mundo durante dos siglos y es totalmente comprensible.

Catedral de Notre Dame


Hasta aquí duró la siesta de nuestra pequeña de modo que tocaba buscar algún lugar dónde comer y su ración de disfrute “parquero” correspondiente.

 

Para satisfacer la necesidad de nutrientes acudimos a la Plaza Kléber, un enorme espacio abierto sin coches  rodeado de edificios muy solemnes con restaurantes, terracitas al sol (si lo hace) y algunas tiendas. ¿Qué más se puede pedir?

 

Al contrario de cualquier humano viviente, a Telma le apetece activación cuando tiene el buche lleno (o medio lleno porque comer no es su fuerte). Teníamos fichado el Parque Contades (su área infantil es totalmente recomendable tanto para desfogue de la sección más joven de los que viajamos con niños como para el descanso de sus padres).

 

Organizamos el camino hacia nuestro paréntesis infanto-ludico de forma que pudiéramos seguir disfrutando en el trayecto de lugares tan interesantes como la Plaza Broglie o el Jardín de la Plaza de la República.

Plaza Kléber y Plaza Broglie

Pero para interesante, interesante, el recorrido junto al río por la calle Quai Lezay y la panorámica de los edificios desde sus puentes.

Liceo de Estrasburgo

No pasar al menos un día en Colmar es inmoral, debería ser ilegal y que cada cual coma lo que le de la gana. Si tienes la oportunidad de alojarte allí mismo no lo dudes porque su ubicación es inmejorable, a media hora del aeropuerto de Basilea, en plena ruta de los vinos de Alsacia y a una distancia moderada de Selva Negra que era nuestro próximo destino.

 

Además tuvimos mucha suerte con el apartamento. Se encontraba en pleno meollo histórico pero todavía accesible en vehículo, con un parking gratuito a 15 minutos caminando (Plaza de la Manufacture) y a cerocoma del centrocentrísimo.

Establecer nuestro campo base en esta ciudad nos  permitió dedicar más de una jornada completa en recorrerla de cabo a rabo. Invertimos también la tarde-noche de nuestra llegada para tomar contacto con lo que nos íbamos a encontrar y aprovechamos mis madrugones para hacer algo productivo: fotos sin gente con las primeras luces del día (porque más tarde era misión imposible).

 

Resulta consolador que por muy temprano que te levantes siempre hay otros que lo han hecho antes que tu y si además los que “se han caído de la cama” son una pareja de japoneses vestidos con toda la parafernalia matrimonial haciéndose las fotos de preboda, mucho mejor.

Colmar a las primeras horas del día


Si no te alojas en Colmar, no te preocupes porque es totalmente asequible en un solo día, pero si dispones de más tiempo pues “take it easy” y a disfrutar, si no lo tienes, disfruta de todo lo que puedas. Mi consejo es iniciar la ruta en la oficina de turismo que está junto al Museo Unterlinden donde te entregarán un plano detallado de los lugares más relevantes que además incluye una ruta recomendada para disfrutar de todas las fachadas. Esta ruta está señalizada en el suelo de las calles por las que discurre.

Carteles típicos de Alsacia

Nosotros realizamos una versión adaptada a la “parqueadicción” de Telma. No obstante ya sea dejándote llevar por cualquier tipo de guía (vivo o en papel), mapa (digital o en papel) o bien ir por tu cuenta (tomando nota en un papel), tendrá un papel protagonista en el paseo, la Catedral de Colmar que no está mal, la Plaza de l’Ancienne Douane que está mucho mejor, todo el callejeo que te sea posible con el que fliparás y sobre todo la Pequeña Venecia que es tan bonita que bien merece la mitad de las gigas de la tarjeta de memoria.

La Pequeña Venecia
Fuente Schwendi en la Plaza de l’Ancienne Douane

Hablando de protagonistas, hay un par de lugares en los que lo serán los más pequeños. Uno es un pequeño parque infantil que se encuentra en la Rue de la Montagne, donde podrás echar el rato hasta que se aburra. Otro es el Parque de Champ de Mars dónde echarás un rato más largo, sobre todo si te toca turné completa por los columpios, toboganes, casitas, rocódromos, un poco de rebozado por la arena, de nuevo ración de tiovivo clásico acompañado con globo de Pepa pig en la mano y algodón de azúcar de postre.

No puedo terminar una entrada sobre la Alsacia sin decirlo, pero es que si no lo digo reviento: no es necesario sobresaturar las instagrameas (perdón instantáneas) hasta niveles en los que la foto parece más un óleo que una imagen tomada con una cámara, porque La Alsacia tiene sus propios colores y son inconfundibles.

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