Hace años que deseaba ir a Praga pero el vuelo siempre era demasiado caro, esta vez también, 179 €, una pasta, y mi situación económica peor que nunca, pero los viajes no se postergan sin una causa verdaderamente justificada. Así que en cuanto tuvimos el dinero suficiente para el viaje Praga, ni un céntimo más, allí nos plantamos.
Praga nos encantó, antigua y cosmopolita, romántica, acogedora, de las de cuento, de las que puedes recorrerte andando, estoy convencida que es una de las ciudades más bellas del mundo.
Las zonas de interés son Nove Mesto (Ciudad Nueva), Stare Mesto (Ciudad Vieja), Malá Strana (Ciudad Pequeña), Josefov (Barrio Judío) y Hradcany (zona del Castillo).
Lo ideal para alojarse son la Nueva y la Vieja, pero si lo haces más lejos, con transporte público llegas enseguida. Nosotros nos quedamos en Nove Mesto, en Hotel Tivoli, 72,43 € las dos noches con desayuno, muy cerca del tranvía que sube al Castillo y del metro, que cuando llegas del aeropuerto se agradece encontrarlo tan fácil. Lo recomendamos.
Sólo estuvimos dos días, suficientes pero tres hubiera sido mejor. Luego nos dimos cuenta que dejamos sitios por ver como la Isla Kampa, nadie nos dijo que formaba parte de la lista de “imprescindibles” en 48 horas y yo descubrí ya en casa, ahora hubiera hecho un hueco para verla. También nos olvidamos de “la calle más estrecha”.
Comienza nuestra ruta por la ciudad. Cómo estábamos en la zona de Ciudad Nueva, nos dirigimos hacia la Plaza Wenceslao, llena de tiendas, cafés, puestos de comida, y el Museo Nacional.
Siguiendo hacia la Ciudad Vieja, en los alrededores de la calle Havelská, encontramos el mercadillo de San Galo, perfecto para llevarse un recuerdo, tiene de todo, pero yo no compré nada, demasiado que estoy en Praga.
Seguimos por una bonita calle que nos lleva hasta la Plaza de la Ciudad Vieja.
Esta plaza es, junto con el Puente de Carlos, lo más bonito de Praga, merece la pena quedarse un rato por la zona descubriendo callejuelas. En la plaza hay varios monumentos y edificios de interés, pero lo mas destacable es la Torre de la Pólvora y el Ayuntamiento con su Reloj Astronómico, en el que cada hora en punto un conjunto de figuras se ponen en movimiento. Conviene leer la explicación del reloj antes de ir para darle más sentido al espectáculo que allí se monta.
Para admirar una de las mejores de vistas de la ciudad, subimos a la torre del Ayuntamiento.
Cogimos la calle Karlova para llegar al Puente de Carlos, uno de los más bonitos del mundo y la mayor atracción de Praga, por donde pasarás varias veces a lo largo de tu estancia. Las torres que hay en los extremos sirven de miradores.
La mañana del día siguiente la dedicamos al distrito del Castillo, para ir cogimos el tranvía 22, el único transporte público que utilizamos en todo el viaje, salvo para ir al aeropuerto. El recinto del Castillo consta de patios y calles que conectan varios palacios y edificios. Puedes comprar una entrada que abarca todo, o lo que hicimos nosotros, sólo para ver la gótica Catedral de San Vito y el Callejón de Oro, en esta pequeña y colorida calle, se alojaban en el siglo XVI, los veinticuatro guardias del castillo, muchos para tan poco espacio, por eso las casas son tan pequeñitas. Con el tiempo se alojaron orfebres, clérigos, artistas y escritores como Franz Kafka.
Bordeando el recinto bajamos hasta Malá Strana, y allí subimos a la torre de la Iglesia de San Nicolás.
Cruzamos el puente otra vez hacia la Ciudad Vieja y después de comer nos dirigimos al barrio Josefov, aquí lo principal es el Cementerio judío y las sinagogas,(11 € por persona). Paseamos por la zona y nos fuimos a Letna Park, se llega cruzando el río por el puente Chechov, el que está más próximo al Barrio Judío, y subiendo las escaleras que encuentras en frente. Allí puedes disfrutar de una bonita panorámica de la ciudad.
Al bajar fuimos bordeando el río y disfrutando de otra perspectiva del Puente Carlos, hasta llegar a la original Casa Danzante, cenar y fin de la jornada.