Resulta difícil imaginar una ruta apta para niños y mayores que sea capaz de albergar cascadas de ensueño, puentes estilo “élfico”, frondosos bosques y acogedoras praderas en poco más de 7 kilómetros (ida y vuelta).
Si añadimos que el confinamiento perimetral nos impide salir de la Comunidad Madrid, ya no es que resulte difícil imaginarlo, es que parece imposible, sobre todo si no conoces la Ruta del Puente de la Angostura.
Lo ideal es realizar el recorrido de forma circular, bajando por una orilla y ascendiendo por la otra, sin embargo, si estás obligado a “tirar del carro”, es decir, a empujarlo mientras el tirano de tu peque va cómodamente desparramado en su interior, te recomiendo ida y vuelta por la pista forestal, eso sí, te perderás la parte más chula del camino: el sendero que hay al otro lado, por dónde yo decidí empezar.
Nada más dejar atrás el Restaurante la Isla cruzaremos un puente sobre el primero de los saltos de agua con los que nos encontraremos.
Poco más de un kilómetro, un par de puertas y alguna pradera más tarde llegaremos a la Presa del Pradillo con su espectacular cascada.
Tras disfrutar del impresionante salto de agua seguiremos paseando tranquilamente por el bosque, cruzando puentecillos de madera y encontrando pequeñas praderas en cada claro.
Con este ambiente tan de bosque mágico los dos kilómetros y medio que restan para iniciar el regreso pasan volando.
Pero antes de volver tenemos que dedicarle su merecido tiempo al Puente de la Angostura y alrededores.
El puente impresiona. Encajado en un pequeño cañón granítico se integra perfectamente con el entorno boscoso que le rodea, además el musgo creciendo por sus paredes le da un toque de abandono muy romántico.
Chulísimo.
Una vez contemplado el puente desde todas las perspectivas posibles es hora de hacer un alto en el camino y reponer fuerzas en la pradera que se encuentra justo al lado.
Ya comidos y reposados es hora de emprender el regreso por la pista forestal.
A priori, tres kilómetros y medio de camino ancho, con muchas menos sombras, apto para bicicletas y bastante concurrido pueden parecer un suplicio, sobre todo si vas con niños. Sin embargo, no entres en el pánico lógico que supone la idea de escuchar sin parar un “cuanto queda” o tener que (so)portar a los pequeños a hombros porque aun nos queda mucho que ver y apto para todas las edades.
En la vuelta también hay saltos de agua impresionantes y preciosas playas fluviales donde descansar, jugar o simplemente dejar la vida pasar disfrutando lo que te rodea y así flipando en cada rincón llegamos al coche sin darnos cuenta.
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